“Regreso al Edén
Territorio de Java, un millón de
años atrás. El viejo homínido avanza con dificultad entre la densa vegetación
del bosque tropical. Hace varias jornadas que ha perdido a su grupo. A sus
cuarenta años, es esta una situación nueva para él. Tras la edad de vigor
reproductivo, su vida se ha ido
deslizando hacia una dependencia cada vez mayor de sus congéneres.
Desorientado, se abre paso en una selva que hasta hace poco se le antojaba
familiar y que ahora le resulta terriblemente extraña. Nuestro viejo homínido
no sabe cómo se llama, pero dentro de un millón de años otros homínidos
bautizarán a su estirpe con el nombre de
Homo erectus, «el hombre que camina erguido». Sin embargo, hoy nuestro homínido
a duras penas puede hacer honor a su apodo científico. Renqueante, se duele de
la artrosis que afecta a buena parte de sus articulaciones y que casi no le
deja caminar. De pronto, algo cae ante sus ojos. Por un momento olvida sus
penurias y se detiene a observar el extraño animal peludo que acaba de desplomarse
ante él. Se trata de una hembra de orangután que se revuelve sobre el suelo
aullando de dolor. Hace tiempo que él y sus compañeros han fijado su atención
en esos extraños fantasmas del bosque que pueblan las ramas más altas de los
árboles, en zonas inaccesibles
para los grandes carnívoros, mucho más seguras que el sotobosque de la selva
por el que se mueven los erectus. Pero nunca hasta ahora había podido ver de
cerca a uno de ellos. La hembra de orangután gime de dolor ante él, agarrando
uno de sus brazos, posiblemente roto. Mira al viejo erectus como pidiendo
auxilio. Los dos primates cruzan su mirada, extrañados. Durante un breve
instante se reconocen. Su mirada es similar, casi se comprenden. Pero la
fascinación que uno y otro se transmiten cesa súbitamente. Un ruido de ramas
rotas avisa de que sus vidas corren peligro. En efecto, de entre el follaje
emerge la cabeza de un Megantereon, uno de los más temibles felinos «dientes de
sable» que pueblan esta parte del mundo. En un instante se abalanza sobre la
pobre orangután, que apenas tiene tiempo de emitir un chillido. Horrorizado, el
viejo erectus pega un salto hacia atrás y cae entre la maleza, solo para
descubrir lo que ningún paleontólogo sabrá jamás, a saber, que los Megantereon
siempre cazan en pareja y que un segundo felino aguarda su turno frente a él
para unir el destino de ambos primates.”
Texto tomado del libro “La gran
migración: La evolución humana más allá de África” escrito por Jordi Agustí y
Mauricio Antón, 2013
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