El frío calaba mis huesos, se
colaba por mi camiseta raída. La calle estaba desierta, no sé cómo llegué, pero
ahí desperté. Nubes de polvo pegajoso se levantaban, apenas veía. A lo lejos
ladraba un perro y entre la bruma escuché que alguien tosía. Era, al igual que
yo, un fantasma de la madrugada, sin techo, sin nada. Ahí estaba, parado en
medio de la vida, miré mis pies, los dedos me dolían. Luego de caminar,
tropezando con el viento, levanté mi rostro al cielo, una leve llovizna mojó
mis pensamientos. Me acerqué a la banqueta y pegué mi cuerpo a la hollinada
pared, tenía miedo. Cuando el frío es intenso y el miedo cala los huesos no
sabes bien si es hambre o sueño. El polvo y la brizna se untaban a mi cuerpo. Bajé
mi rostro y acurruqué mis sentimientos. El frío se siente menos cuando lo
arropas de recuerdos. La calle sola, soplaba el viento. Mis orejas zumbaban
como caracolas. Allá a lo lejos, percibo una sombra, se la comerá el polvo
hambriento. Estoy aquí tiritando, tieso, con la mugre en el suelo. Poco a poco
me fui quedando, lento, abandonado al sueño. No se cómo llegué aquí. Creo que
alguien me arrojó desde muy lejos, pienso. Ya no hace frío. El viento ha secado
mi piel. El polvo pegajoso sobre mi cuerpo, pasa el tiempo…©#La300
Muy bien Jorge Luis excelente trabajo felicidades...
ResponderEliminarGracias por tú comentario, fortalece.
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