Vivimos un ambiente de crispación
y polarización política en México. La salvaguarda de la democracia pasa,
necesariamente, por la seguridad de que sus instituciones prevalecerán y se
reformarán, sin necesidad de dinamitar, la convivencia social. Desde 2019 los
mexicanos presenciamos y resistimos la embestida del gobierno en turno al orden
institucional. Interesante sería escuchar la opinión del politólogo polaco,
Adam Przeworski, quien escribe en el Prefacio de su más reciente libro
titulado: “La crisis de la Democracia”, Editorial Siglo XXI, que en su análisis
en torno al “desgaste institucional y la polarización social” no incluyó a
México pues al momento de escribir su libro “creía firmemente en la solidez de
las instituciones democráticas” en nuestro país. Aclara el analista que en el
caso de México “la alternancia sucedió pacíficamente entre la centroizquierda y
la centroderecha”. Sin embargo, Przeworski, dice: “Lo que no anticipé fue que
en varios países latinoamericanos se intensificarían tan velozmente la polarización
política, la erosión de los partidos de centro y la irrupción de los extremos”.
El Profesor de Ciencia Política afirma que “los conflictos sociales se procesan
de forma pacífica dentro de las instituciones cuando el sistema democrático
funciona correctamente”. Estoy convencido que la convivencia pacífica de los
mexicanos transita, necesariamente, en el respeto al orden legal. Incluso, contamos con un orden moral de propio
entendimiento, en este prevalecen las buenas costumbres. No somos un pueblo
transgresor de su autoridad institucional, nuestras necesidades más importantes
las procesamos dentro de las instituciones que nos hemos dado por muchas décadas
de gobierno. Tal condición no ha sido fácil ni ha sucedido por obra de un
milagro, en política esas cosas no existen. Mi recuento no es extenso, ni voy a
profundizar con otros temas que no sea aquel que nos ha llevado a la crisis de
la democracia en México, específicamente, me refiero a la amenaza que busca
demoler el orden electoral aniquilando la institución que lo representa.
Retomando la línea de análisis de Przeworski, las clases políticas, opositoras
y gobernantes, han llegado al callejón electoral. Están en el límite de lo “intolerable”
para ambos extremos: la derrota electoral es inaceptable aunque sea creíble. Ningún
extremo tolera la imaginable derrota en el 2024. Lo intolerable se torna grave
cuando vemos que la clase gobernante no admite una competencia que ponga en
riesgo “sus intereses”. La apropiación del poder ha instalado un “sistema de
botín” (spoils system) que agudiza y hace “intolerable” la idea de la derrota
electoral. Sería catastrófico para ellos. Igual para la clase opositora, la
nostalgia por volver al poder es más grande que su amor por la patria. Sin
embargo, han creado un ambiente propagandístico de viejos valores que arropados
de “heroísmo”, buscan salvaguardar el orden constitucional y con ellos las instituciones.
Przeworski hace un llamado a que busquemos “las causas de la erosión de las
instituciones y las normas democráticas”. Sin aceptar, de ningún lado,
conclusiones o “diagnósticos que pretendan saber y conocerlo todo”, el analista,
advierte que “aunque los efectos sean similares, las causas pueden no ser las
mismas en diferentes países”. Es decir, hay que tener cuidado de no
engancharnos en los modelos de otros países y sus condiciones. México se encuentra
inmerso en causas propias que deben ser analizadas en el contexto de lo que distingue
a las clases políticas locales y el antecedente histórico que nos ha llevado hasta
el lugar donde nos encontramos actualmente. Es decir, afirmo que, el órgano electoral,
por muy elevado que se encuentre el grado de credibilidad y aceptación
ciudadana, evidencia fisuras notables que erosionan su statu quo. Seguramente, Adam
Przeworski, tendrá que hacer una revisión de su libro e incluir en su análisis,
un capítulo especial para hablar de la crisis de la democracia en México. En el
prefacio admite que “las instituciones representativas tradicionales están
pasando por una crisis en muchos países”. Entre las causas identifica que “han
llegado al poder líderes antiestatistas, prejuiciosos, xenófobos, nacionalistas
y autoritarios”. Por lo anterior, deduzco que una buena explicación para comprender
la crisis de la democracia institucional, se debe a la presencia de este tipo
de personajes, aviesos, que cabalgando a lomo de un partido político arriban al
poder por la vía democrática electoral y que a la postre buscarán destruir,
dinamitarla con reformas que beneficien la permanencia en el poder de la clase
que gobierna. Por último, el distinguido profesor, sentencia que “los partidos
de esa calaña” que encumbran a ese tipo de políticos, llegan gracias a que “gran
cantidad de ciudadanos situados en el centro político han perdido la confianza en
los políticos, los partidos y las instituciones”. Estoy convencido, esa
desconfianza, producto de las perversas y corruptas formas de gobernar
encumbran lo peor de lo posible. Aquello que parece bueno y que al final no lo
es. © #La300
Autor: Jorge Luis Montiel
Valencia (Politólogo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por tus comentarios, en la 300 trabajamos para ustedes.